Educacion

¿Qué tanto limita la preparación de los alumnos el tiempo que dedican al celular y a la data? ¿Qué beneficios reales están obteniendo los estudiantes al incursionar en internet? Pero, además, respecto a la tecnología ¿qué tanto se motivan los chicos en el chateo que, a su vez, los desmotiva para otras responsabilidades importantes en el proceso enseñanza aprendizaje?

Cientos de artículos científicos y de opinión han venido destacando el valor agregado que tiene la tecnología del computador y los pequeños aparatos con herramientas muy útiles para las más diversas actividades. La internet, Google, Apple, Facebook, entre otras grandes empresas y sistemas de operación, son ahora parte del diccionario mundial que incursionan en millones de hogares. El acceso al conocimiento ha dado un salto sin precedente y la velocidad con la que nos acercamos a la información ha revolucionado los viejos patrones de la comunicación. Vivimos en un contexto que se caracteriza por un proceso acelerado de la inventiva; de múltiples facilidades creadas por la microelectrónica y de un modelo de interacción que se tiene a la mano; mentes por millar se muestran interesadas en las últimas actualizaciones de sus móviles, y para esto se invierte distracción y recursos. En lo estructural, ya se ha advertido sobre los riesgos que tienen los nuevos mercados basados en esa materia prima especial: el conocimiento. La revolución en este campo está ampliando las diferencias tradicionales entre los países pobres de aquellos de mayor desarrollo.

Ello dice que las complejidades que vivimos hoy tienen otra cara. Es otro el estadio (de innovación permanente) en donde, como ha escrito Alvin Toffler, «el conocimiento se vuelve el recurso central de las economías avanzadas». Y con esto, la polarización de la economía mundial, a partir de ese factor (el conocimiento). Por ello, los países industrializados, con menos del 20% de la población mundial, dedican más del 80% de la inversión mundial en investigación. Los países restantes, los menos avanzados, en ese juego de novedades no deben conformarse con resonar en sus oídos eso de que «vivimos en otra época».

También en el campo de la confrontación de los poderes, el uso de sofisticadas herramientas ha venido generando fundadas preocupaciones en cuanto a las facilidades que estas otorgan al terrorismo. En noticia reciente se conoció que el Gobierno norteamericano ha venido coordinando con las grandes compañías tecnológicas para impedir que «los terroristas usen la internet para sus fines criminales».

Y, en educación, ¿qué lectura hacemos de lo que en esta ocurre? No dudamos del salto cualitativo, de las facilidades para obtener información e incursionar en los adelantos científicos y de poseer las herramientas que favorecen la labor docente e investigación. Sin embargo, hay en ello un asunto que preocupa y que debe alertar a las autoridades educativas, a los docentes y padres de familia. Nos referimos al nivel tan elevado de concentración (qué tanto tiempo se emplea) y distracción (ambas al mismo tiempo) que esta tecnología causa en jóvenes y niños. ¿Qué tanto limita la preparación de los alumnos el tiempo que dedican al celular y a la data? ¿Qué beneficios reales están obteniendo los estudiantes al incursionar en internet? Pero, además, respecto a la tecnología ¿qué tanto se motivan los chicos en el chateo que, a su vez, los desmotiva para otras responsabilidades importantes en el proceso enseñanza aprendizaje?

Son interrogantes sobre las que debemos poner ojo clínico, a fin de que las novedades del mundo de hoy no sean contrarias a los buenos fines. Que no sea instrumento para el atraso, sino motor para el progreso humano y soporte para el desarrollo nacional.

Fuente: La tecnología en la educación